Que decepción, al leer hoy en las páginas de Público que "una variación en un gen, denominado GLUT2, encargado de controlar la entrada de glucosa en las células, influye en la ingesta de azúcar de los individuos que portan esta particularidad genética".
La creencia en aquellos días que te levantas falto de amor, te acercas a la pastelería y te comes un trozo de pastel de chocolate y ya esta cubierta la carencia afectiva, se desvaneció hoy, y me coloca en una postura de disgusto con los científicos que han aseverado este descubrimiento.
Ayer me comí mi última galleta de chocolate con el convencimiento de que la sensación de ensimismamiento producida por el amor, es la misma que la que queda después de comer un buen pedazo de tarta de tres chocolates.
No estarán yendo demasiado lejos los investigadores entrometiéndose en algunas cualidades primitivas que nuestro cerebro tiene ubicadas en sus recodos como recursos sin explicación, pero efectivos, para situaciones de tipo afectivo muy eficaces en los días de fiesta y posteriores.
Miedo tengo que no haya que reescribir Madame Bovary el día que otro grupo de científicos haga público el nombre con mayúsculas de un gen que presdispone a la infidelidad.
Estoy seguro que siempre sera posible una intervención en la cadena genética del cacao para amplie su abanico de efectos, incluidos los secundarios.
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