jueves, 6 de noviembre de 2008

Hostias y ramadanes














































Un teléfono rojo entre Roma y La Meca

El Papa dialoga con los musulmanes para superar las últimas tensiones
El encuentro tuvo su origen en una carta dirigida a Ratzinger hace ahora un año por un grupo de 138 estudiosos del islam, en la que pedían un mayor entendimiento mutuo y animaban a superar las diferencias. La misiva era la respuesta al polémico discurso pronunciado por el Papa en la Universidad de Ratisbona, en septiembre de 2006, en el que habló del islam como una religión violenta e irracional.Papa dialoga con los musulmanes para superar las últimas tensiones.http://www.ssbenedictoxvi.org/mensaje.php?id=366




Lo único de sublime que produce gran éxtasis del catolicismo, son las obras de arte, que surgieron a lo largo de la historia, bajo su manto fundamentalista, de igual belleza que la filigrana arquitectónica y pictórica del arte musulmán, y desde esa perspectiva, las idolatro.
También valoro cierta filosofía existencialista, que puebla la literatura de ambas cultura, tan distanciadas de las primigenias ideas creadoras de la existencia de un ente, que gobierne eternamente, las maldicientes fugas humanas, hacia el lado contrario al respeto ajeno. Dígase Damasco o las iglesias precristianas.
El diálogo nunca es malo, pero en estos tiempos que el dinero es el mal latente, y que ambas creencias flotan en balsas de petróleo o en bancos ambrosianos, cual sino será el tema central de estos acercamientos.
No me creo que discutan de moral, de ética primordial, más bien de poder, de las barreras que forman su imperios, con fieles estupefactos, más lo católicos, pues los años pesan y desencantan, les llevamos más de 700 años de galimatías divinos, y esos hace que el laberinto sea casi perfecto. Que no se nos olvide que ambas religiones, siempre han estado al lado de los que mandan, bendiciendo u orando por ellos, y tapando sus errores, con diplomacia de sacristías y cenáculos.
No se como les habrá sentado todo esto a los judíos, estarán agazapados esperando la llamada de mister Ratzinguer.
Creo en los sastres de los papas, que son exquisitos, creo en los escultores, en los pintores, en los novelistas, en la palabra y en la obra de los genios.
No creo en el voto de pobreza con zapatos de Prada, en la soberbia con turbante, untada con pozos petrolíferos o en bancas cargadas de diamantes y oro.
Loas y prebendas, dulces de miel y pan como unas hostias.
Flotan las mentiras y está el cielo cuajado de lotos y nenúfares.
Alabados sean.

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