miércoles, 12 de noviembre de 2008

Savater en tremendo delirio






















No hay educación si no hay verdad que transmitir, si todo es más o menos verdad, si cada cual tiene su verdad igualmente respetable y no se puede decidir racionalmente entre tanta diversidad.
Fernando Savater





Que difícil resulta cuando las imágenes, los gestos delirantes o los gestos tercian en una entrevista y lo que dice el entrevistado parece carecer de importancia, o quizá no es escuchado.
Eso me paso el otro día viendo una entrevista de Antonio San José, en el programa cara a cara de la CNN, a Fernando Savater. Pensé que estaba en una sala de music hall, escuchando a un humorista, no me entere de nada, era tan hilarante sus poses, su cara, su movimiento corporal, que tras media hora de entrevista, sólo me quede con un agrio deterioro de su imagen.
Emular a Arrabal, o a Eco en su look, es propio de los adolescentes que inician paso a paso, su ruta hacia la identificación con un ídolo intelectual, pero lo suyo, carente de uniformidad, se convierte en patetismo.
Entiendo su fervor y su alegría, pues se notaba que le habían ingresado el cheque de Planeta, y ante tal suma, los ojos se convierten en ceros, o como el tío Gilito en dólares.
No pude por menos que volver a verlo al día siguiente en redifusión, y acentué mi primera impresión, no pude entender si era escritor, si hablaba de caballos, si el hipódromo es donde se venden jeringuillas, confuso seguí.
Los libros, la filosofía, el debate, la política que se supone le han de centrar en una sólido pedestal donde los conocimientos se convierte en porte externo, ha dejado mi idea sobre el filosofo o predicador, adjunto a un archivo de troyanos, que infecta de palabras vacías, este rectángulo luminoso que, a la vez que pagas, te sumerge en la catarsis de un emulante y vivaracho arlequín.
Viejos y poblados están los embudos de ociosos parlanchines, endiosados y baphonets.
Savater release y corrija







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