sábado, 17 de mayo de 2008

Aún nos quedan petardos para mas celebraciones

Tenía razón Borges -otra vez- al comentar cómo somos conscientes del olvido cuando volvemos a recordar. Por eso se han inventado las conmemoraciones, públicas y privadas, para alargar la pervivencia del recuerdo. Y, sin embargo -ahí habita la trampa-, esa memoria forzada y corporativa termina por ser una narración sin matices, una fórmula de control, la distorsión del relato y hasta un producto de marketing en los casos más bochornosos......
Da un poco de vértigo este discurso triunfalista, parece. Se empieza por expulsar a los franceses de Madrid y se termina por cancelar las suscripciones de las revistas científicas en los hospitales públicos. Total que con tanto cañonazo y tanta fotocopia de cuadro se me ha puesto la cabeza loca y en un arrebato me declaro "afrancesada", como Goya. Que sea lo que Dios quiera. "Vayamos francamente, y yo la primera, por la senda de la Ilustración", exclamo parafraseando a Don Fernando VII -por si acaso-.
Estrella de Diego (El País- Babelia 17-05-08)

Dudo mucho si la Ilustración hubiese calado en nuestro país, más dado a rechiflas antes , entonces y ahora, pues en una sociedad tan poco acostumbrada a pensar, a debatir, a leer, a no ser en los círculos muy dedicados, que obligamos a exiliarse.
Quizá hubiéramos ganado a los franceses con la expansión de la envidia, con el cegar por que otro no vea, con la sonrisa tras la zancadilla.
Estos actos protocolarios de celebración, con la novela de Pérez Reverte a la cabeza, no han sido más que un trampantojo del interés político por hacer algo que se parezca a un homenaje a una no se sabe bien que cultura española, ni Cadalso, ni Samaniego, ni Yriarte o los pintores y escultores neoclásicos.
No había enciclopedias.
Todo lo han centrado en un Goya malinterpretado que llevado a nuestros días, maquillado y utilizando los micrófonos como pedestal de poder han conseguido dejar boquiabierto a un público que no sabia muy bien en el fondo si aquellos era una celebración de operación triunfo 4, o es que ardía el museo y se llevaban otra vez los cuadros a Valencia.
Eso sí las recreaciones de vestuario muy conseguidas.
La superficialidad, incluso del marketing que utilizan tanto la comunidad como el ayuntamiento, lo tiñe todo de mediocridad, de medias verdades, de picaresca en busca de beneficio político.
Me aparto y lo dejo pasar, pues los confetis destiñen en azul.

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