miércoles, 2 de julio de 2008

Leer me dicta la realidad


























Este ir y venir de vidas a mi alrededor, no es más que una orientación- señalización para ir por la calle haciendo mis itinerarios, sin tropezarme.




Hay días que he buscado en las conversaciones que se escapan, una ápice de solución a cualquier duda y sólo saltan chascarrillos de nómadas.



No soy envidioso, pero siento envidia. ¿ y cuándo? En el metro cuando algún día olvido el libro que estaba leyendo, y al ver a alguien hacerlo, emerge mi envidia.






Tengo la impresión de haber leído siempre, desde que aprendí, y, desde entonces, cualquier otra actividad me resulta una pérdida de tiempo: es como si me metiera en algo demasiado áspero (sobre todo, en lo que se refiere al contacto con las personas) y ello, probablemente, sea sólo culpa mía. Que lea para no tener que vivir (y, por lo mismo, que también escriba). Y leo mucha novela negra en la que otros, antes de tiempo, tienen que dar por concluida su vida, de manera violenta, al igual que yo creo poder excluirme del tiempo mediante la lectura; también leo literatura barata, revistas de cotilleo, o lo que sea, pero siempre he de tener ante mis ojos algo impreso, porque no se me ocurre nada más adecuado a mi vida. La lectura es para mí el vestido elegante de la vida: se me ajusta y va conmigo. Los demás pueden clavársenos como una espina, pueden destruirnos y, sin embargo, podemos mantenernos con vida siempre y cuando mantengamos ante nuestros ojos la falsa sentencia de las letras. Esto es un juicio.


Elfriede Jelinek.


En la mayoría de las ocasiones es verdad la afirmación según la cual a determinadas edades el lector no lee sino relee. Es un mecanismo de reconocimiento. Sé de muchos casos de escritores célebres que, traspasado el umbral de ciertos conocimientos literarios, se quedan colgados de su momento estelar y de ahí en adelante ya no leen más. En todo caso releen. Estoy seguro de que no es un argumento para salir del paso, tipo provocación menor («yo no leo, releo», afirmaba Jaime Gil de Biedma cada vez que alguien le preguntaba por lo que estaba leyendo), sino una realidad tatuada en la costumbre.


J.J. Armas Marcelo




El escritor que se dirige a la inteligencia de sus lectores o a sus convicciones limita su público porque mientras la inteligencia reviste formas diversas, «sólo la estupidez posee siempre un carácter uniforme». Con los libros pasa como con todo, que sólo unos pocos son excelentes y la mayoría mediocres. La gracia está en leer los primeros, que por fortuna son bastantes, y evitar los segundos. La jerarquía resulta clara. Lo mejor es un lector intenso e inteligente. El segundo lugar lo ocupa el inteligente iletrado. Luego, el necio sin alfabetizar. Pero el último grado en la escala pertenece al necio leído, infatigable. Hay que tener cuidado, pues, con el elogio indiscriminado de la lectura. Libros mediocres en manos de lectores necios pueden producir efectos devastadores. Mientras tanto, cuando alguien nos invite a leer, preguntémosle qué. Porque ahí empieza lo interesante. Los peores analfabetos son los que saben leer, y el peor lector es el automático.


Ignacio Sánchez Cámara




Todas estas opiniones y otras, a lo largo de cuarenta años de lector, siguen fabricando pautas y encuentros para canalizar mi vida. También las que rechace de los ególatras.


De manera absoluta, la realidad de la novela ha sido el muro de contención frente a los alborotos y desbordamientos en todas mis edades.




Entre cada novela y novela, aprendí a decir sí y no, los versos me han dado calma y rabia, los cuentos fidelidad y síntesis. Con las manos abiertas que sujetan el libro y pasan las páginas, contuve el aliento ante la verdad, olvide y releí.




Haciendo sencillas colecciones de títulos, retuve la paciencia ante la versión cinematográfica o teatral. De lo épico del texto a la literalidad de las imágenes.




Quien no se hace un jardín de libros o un muro de papeles, o un traje de sinónimos, algunas tardes, para emprender remodelaciones ambientales.




Saber leer es ecológico, pues ya ha llegado el momento que todo vale, se edita y se reedita, pero yo ya lo tengo o no me gusta.


Árbol que ahorro, Co2 que no vuela.


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