martes, 8 de julio de 2008

Miedo en Babel( Génova)





























¿(Sal)irse de la lengua?


Henrique Monteagudo


Sociolingüista y profesor
de la Universidad de
Santiago de Compostela





Agotada la salvaje campaña
de prensa urdida
alrededor de la conspiración
del 11-M,
exhausto el riquísimo
venero de la negociación
ZP-ETA, todo hace temer que
el nuevo filón de la prensa amarillista
española va a ser la batalla de las
lenguas. Un síntoma del giro hacia
un nacionalismo más intransigente
de significativas franjas de los medios
de comunicación de derechas,
que no saben ya qué hacer para manipular
la conciencia cívica y acaparar
protagonismo en la lucha política.
Desgraciadamente, parecen estar
dispuestos a lo que sea con tal de
que los partidos y coaliciones de centro-
izquierda de diverso pelaje sean
desalojados de las diferentes posiciones
de poder político que han conquistado
en abierta lid democrática:
señaladamente, los gobiernos central,
catalán, gallego, balear y vasco.
Quizás la novedad más notable en
esta implacable estrategia de la tensión
sea la salida a escena de una nueva
fuerza política decidida a convertirse
en estandarte del más puro nacionalismo
centralista. Un partido
político que se define (a los más ancianos
del lugar seguro que les suena)
ni de derechas ni de izquierdas,
al exclusivo servicio de España una,
grande y libre. Pero no nos engañemos:
no estamos ante la vieja extrema
derecha, sino ante un reaccionarismo
de nuevo cuño, que hace furor
en Europa. No sabemos muy bien
hacia donde nos llevará este viento,
aunque los precedentes de los años
veinte y treinta del pasado siglo no resultan
muy tranquilizadores.
Un manifiesto político
El anterior constituye un prólogo necesario
para el Manifiesto por la lengua
común. No estamos ante un alegato
fundado en hechos objetivos y
argumentado lógicamente, que tenga
como objetivo abrir un debate intelectual.
La terca realidad no avala
la afirmación de que los castellano-
hablantes estén discriminados en
ninguna parte de España. El entramado
jurídico y legislativo lingüístico
español en su conjunto (desde la
constitución a los estatutos), reiteradamente
puesto a prueba ante los tribunales
(comenzando por el Constitucional)
de ningún modo justifica la
denuncia de que el castellano es una
lengua amenazada. Los investigadores
que trabajamos con datos empíricos
y elaboramos análisis sometidos
a constante escrutinio académico
no detectamos ningún elemento
de prueba que sostenga las gruesas
afirmaciones del tal manifiesto. Más
bien, estamos ante un monumento a
la ignorancia sobre cuáles son los problemas
vinculados con el contacto de
lenguas y cuáles las soluciones democráticas
para la convivencia en las
sociedades plurilingües.
Naturalmente, en las políticas lingüísticas
españolas (incluyendo las
autonómicas) hay muchos puntos
discutibles y bastantes casos particulares
más o menos litigiosos, pero
lo cierto es que, hablando genéricamente,
los únicos idiomas en peligro
en España son los periféricos, y en
realidad las correspondientes comunidades
lingüísticas y hablantes resultan
ser los más vulnerables y menos
protegidos por las leyes. Lo que sí
es cierto es que no existe una cultura
lingüística española común a la altura
de las transformaciones políticas y
culturales de las últimas décadas (esto
es, democrática y respetuosa de la
diversidad). En consecuencia, la Eslos
sistemas educativos bilingües
son enriquecedores y no empobrecedores
de los y las estudiantes; por
lo tanto, el pánico típicamente español
a aprender en las otras lenguas
es infundado; (2) no existe otra forma
de garantizar un conocimiento
mínimo de las otras lenguas si no es
mediante su utilización general como
vehículo de la enseñanza primaria
y secundaria, mientras que el
aprendizaje del castellano está sobradamente
apoyado por su conspicua
presencia en los medios de comunicación
y la vida social en general;
(3) la capacitación mínima del
conjunto de la población en las dos
lenguas (castellano y gallego/catalán…)
es la única garantía tanto
de la efectiva co-oficialidad de ambas,
como de la igualdad de oportunidades
en los ámbitos educativo
y laboral, y de la cohesión de las
respectivas sociedades.
El dicho manifiesto es pues, como
reza el mismo texto, una iniciativa
estrictamente política. Es un documento
con un carácter profundamente
demagógico, redactado con
innegable habilidad (aunque sorprendente
torpeza expresiva), con
el objetivo de parecer aceptable a
la gente de bien, pero que se inscribe
en una estrategia partidista que
al final se propone nada más ni nada
menos que la reforma de la Constitución
y de varios estatutos de autonomía,
en un punto extremadamente
sensible de nuestra convivencia.
Una iniciativa que de hecho
fomenta la discordia y que pretende
una marcha atrás inaceptable, pues,
obviamente, los hablantes de las
otras lenguas no las queremos menos
que los castellano-hablantes a la
suya, y tenemos tantas o más razones
que éstos para defenderlas. Ya
nos las quisieron arrancar y, ya ven,
estamos aún dispuestos a sacarlas.
paña castellano-hablante monolingüe
en buena parte sigue atrapada en
los mitos de la (in)cultura lingüística
heredada del centralismo más rancio,
especialmente la propalada durante
el franquismo. Ni las diferentes instituciones
culturales, ni el sistema educativo,
ni mucho menos los medios
de comunicación han hecho esfuerzos
apreciables en un sentido renovador.
No pocos intelectuales españoles
están atrapados por ese mismo lastre.
La diversidad lingüística y cultural
continúa siendo vista más bien como
una molestia a esquivar que como
una riqueza de la que disfrutar.
La enseñanza bilingüe,
garantía de convivencia
El punto clave es el conocimiento y
uso de las otras lenguas en las comunidades
bilingües. Seré conciso en exponer
las conclusiones de los estudios
más solventes sobre este asunto: (1)
los
sistemas educativos bilingües
son enriquecedores y no empobrecedores
de los y las estudiantes; por
lo tanto, el pánico típicamente español
a aprender en las otras lenguas
es infundado; (2) no existe otra forma
de garantizar un conocimiento
mínimo de las otras lenguas si no es
mediante su utilización general como
vehículo de la enseñanza primaria
y secundaria, mientras que el
aprendizaje del castellano está sobradamente
apoyado por su conspicua
presencia en los medios de comunicación
y la vida social en general;
(3) la capacitación mínima del
conjunto de la población en las dos
lenguas (castellano y gallego/catalán…)
es la única garantía tanto
de la efectiva co-oficialidad de ambas,
como de la igualdad de oportunidades
en los ámbitos educativo
y laboral, y de la cohesión de las
respectivas sociedades.
El dicho manifiesto es pues, como
reza el mismo texto, una iniciativa
estrictamente política. Es un documento
con un carácter profundamente
demagógico, redactado con
innegable habilidad (aunque sorprendente
torpeza expresiva), con
el objetivo de parecer aceptable a
la gente de bien, pero que se inscribe
en una estrategia partidista que
al final se propone nada más ni nada
menos que la reforma de la Constitución
y de varios estatutos de autonomía,
en un punto extremadamente
sensible de nuestra convivencia.
Una iniciativa que de hecho
fomenta la discordia y que pretende
una marcha atrás inaceptable, pues,
obviamente, los hablantes de las
otras lenguas no las queremos menos
que los castellano-hablantes a la
suya, y tenemos tantas o más razones
que éstos para defenderlas. Ya
nos las quisieron arrancar y, ya ven,
estamos aún dispuestos a sacarlas.









  • Manuel Saco.




  • Manifiesto
    por el vasco,
    el catalán
    y el gallego





  • El Manifiesto por una lengua
    común, auspiciado por un
    grupo de intelectuales, se
    ha convertido en un debate
    puramente político. Queriéndolo
    o sin querer, el caso es que su tesis de
    que la lengua castellana es la única
    vertebradora de la patria común llamada
    España ha caído como un bálsamo
    para los viejos argumentos de la
    derecha nacionalista española.
    Nuevamente oigo voces, como en
    las películas de terror. Voces del pasado
    que utilizan las lenguas, no tanto
    como instrumentos nacidos y perfeccionados
    para entenderse, sino para
    imponer un ideario político, o un modelo
    de sociedad, o la perpetuación
    de situaciones coloniales, como el
    castellano en la América conquistada
    o el inglés en el imperio británico.
    “Desde hace algunos años hay crecientes
    razones para preocuparse en
    nuestro país por la situación institucional
    de la lengua castellana”, dicen
    sus autores. Los vascos, gallegos y catalanes,
    que aprendimos desde la cuna
    dos lenguas simultáneamente, sabemos
    muy bien cuál de ellas se ha
    impuesto como lengua invasora.
    Las otras tres lenguas cooficiales
    del Estado han sido abusivamente
    colonizadas durante siglos por la lengua
    castellana, desde Isabel y Fernando.
    El régimen de Franco fue especialmente
    cuidadoso en ese acoso sin piedad
    para postergar las lenguas vernáculas
    a un papel popular, patrimonio
    de gente inculta. Para ello todas las
    fuerzas vivas (obispos, gobernadores
    civiles y militares, alcaldes...) eran
    cuidadosamente elegidas entre castellano-
    hablantes, y la enseñanza y la
    vida oficial tenía que desarrollarse
    rigurosamente en castellano.
    La España autonómica de hoy
    pretende corregir los estragos causados
    en sus lenguas por los excesos
    colonizadores del pasado. Quizá
    estén siendo sustituidos por
    otros excesos, con políticas de normalización
    lingüística que pretenden
    extirpar inútilmente los vestigios
    del invasor. Pero si hay en España
    una lengua que no corre otro
    peligro que la forma estúpida de los
    mensajes sms, esa es la castellana.
    El manifiesto tiene un tufillo de
    victimismo que hubieran acogido
    sin problemas en el congreso del PP.


público 08-07-08 opinión



Tres tristes tigres triscaban por un trigal, que por golosas murieron, la mande a por tabaco y me trajo perejil,.... así podriamos seguir y todo iría tomando forma de una enmienda precongresual del martillo pilón de Rajoy & Company.
Los chascarrillos sobre la España que se rompen vuelven a poblar las tertulias periodísticas, con un malsano sentido de oportunismo, creando a golpe de titular en letras grandes, un primer pensamiento de separatismo incierto. Y sobre manera en los periódicos gratuitos llenan titulares y primeras páginas, pero no hemos de olvidar quien son los editores de QUE o ADN.
El castellano se defiende por si mismo acompasado de los impulsos de los viajeros que llegan al País Vasco y lo hablan, o a Cataluña y Galicia. O es que quizás un asturiano, un andaluz cerrado o cualquier región rural con giros propios, están marginado el castellano de las hordas derechistas.
Mentiras bajo palio, al infierno iréis por utilizar argumentos vanos.
Españoles y demás, no vale todo, palabra de honor.

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